El nombre del Cristo proviene del suceso que presenciaron numerosos visitantes al cementerio, que vieron como del pecho y boca del Cristo, manaba miel. Lejos de ser un milagro, es obra de las abejas, cuyas colmenas pueblan distintas zonas del camposanto sevillano, como también ocurre en una de las ánforas del pórtico de entrada al mismo.
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